Allá donde la luna de plata,
allá donde en mis sueños me escapo,
allá donde el dulce amor me mata,
allá donde el príncipe es un sapo,
allá donde dragón y princesa
habitan en la más alta torre,
allá donde el tiempo nunca corre,
allá donde la noche no cesa,
y donde entre toda brillante estrella,
y de entre todas las grandes diosas,
sobre ellas, tú eres mucho más bella.
jueves, 23 de octubre de 2008
domingo, 12 de octubre de 2008
La cruel trampa del amor
Se encontraba en su cuarto, soñando para variar, soñando con su único e inalcanzable amor. La chica la conocía de hace unos años, y aunque se sentía atraído nunca había pensado que podrían llegar a ser algo más que amigos. Pero se había enterado que no tenía novio, y eso le dio a su imaginación alas para volar. Se imaginaba como debía de ser estar junto a ella y lo que se sentía al estar junto a ella.
Siempre que encontraba a una chica que le fuera simpática y agradable, y se decidía a decírselo, ella le rechazaba diciendo que era muy majo pero que no era conveniente en ese momento. Eso le destrozaba, pero orgulloso, levantaba la cabeza y seguía hacia adelante. Su determinación era de acero, y nunca se rindió. Siempre trataba de mostrar una sonrisa en su rostro, aunque el día fuese funesto y la tormenta diluviase.
Esta vez, lo lograría. No le negaría algo que para tantos era su apoyo, su bastón, su fuerza. En cuanto la viese, se lo diría. El día llegó y ojala no hubiese llegado. Estaba allí y el momento había llegado, era ahora o nunca. No pudo ser. Otra vez el guerrero perdió la batalla, y se le quebró toda defensa. Esta vez si le dolió de verdad. No fue capaz de reparar del todo su muralla de todas las anteriores veces.
Con la cabeza caliente, y el corazón destrozado, se replegó en silencio, asumiendo su derrota. No pudo ser, no esta vez. Cuando se dio cuenta de donde estaba, no le importó. De pie ante un vacío enorme, le fue indiferente. Solo tenía que extender el pie y saltar. Dejarse por el viento abrazar, dejar a la gravedad actuar. Lo pensó pero no encontró motivos para quedarse, fingiendo su vida, creando una ilusión donde vivir.
Cuando avanzó pensó que, tal vez, alguien le echaría de menos. Pero instantes después lo descartó, nadie le notaría en falta, nadie se daría cuenta de que había muerto. Y así fue, ya que a nadie le importó que marchará hacia el más allá., nadie notó que ya no estaba, y nadie añoró aquel chico con el que una vez se habían cruzado.
Siempre que encontraba a una chica que le fuera simpática y agradable, y se decidía a decírselo, ella le rechazaba diciendo que era muy majo pero que no era conveniente en ese momento. Eso le destrozaba, pero orgulloso, levantaba la cabeza y seguía hacia adelante. Su determinación era de acero, y nunca se rindió. Siempre trataba de mostrar una sonrisa en su rostro, aunque el día fuese funesto y la tormenta diluviase.
Esta vez, lo lograría. No le negaría algo que para tantos era su apoyo, su bastón, su fuerza. En cuanto la viese, se lo diría. El día llegó y ojala no hubiese llegado. Estaba allí y el momento había llegado, era ahora o nunca. No pudo ser. Otra vez el guerrero perdió la batalla, y se le quebró toda defensa. Esta vez si le dolió de verdad. No fue capaz de reparar del todo su muralla de todas las anteriores veces.
Con la cabeza caliente, y el corazón destrozado, se replegó en silencio, asumiendo su derrota. No pudo ser, no esta vez. Cuando se dio cuenta de donde estaba, no le importó. De pie ante un vacío enorme, le fue indiferente. Solo tenía que extender el pie y saltar. Dejarse por el viento abrazar, dejar a la gravedad actuar. Lo pensó pero no encontró motivos para quedarse, fingiendo su vida, creando una ilusión donde vivir.
Cuando avanzó pensó que, tal vez, alguien le echaría de menos. Pero instantes después lo descartó, nadie le notaría en falta, nadie se daría cuenta de que había muerto. Y así fue, ya que a nadie le importó que marchará hacia el más allá., nadie notó que ya no estaba, y nadie añoró aquel chico con el que una vez se habían cruzado.
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